viernes, 31 de julio de 2009

Pausada

Son muchos los que temen los silencios, que no el silencio. Este último expresa por si mismo. Tiene entidad propia, causa, cuerpo... Denota lo que el emisor piensa, siente, o una situación gerúndica (pensando, sintiendo) consecuencia de algún agente exterior.
El silencio puede compartirse, disfrutarse. Los silencios no: son losas o morteros que anteceden a éstas.
No temo el silencio, ni siquiera en versión coral. Lo que me angustia son las pausas por su condición híbrida. Esos segundos, minutos u horas en que te agitas buscando el sonido, con una expectación y desesperación que acabalga pensamientos, tensa el cuerpo, agarrota el ánimo.
Las pausas no se pueden disfrutar, no dan calma a las miradas, y no existió jamás actor que transformara en sonrisa la mueca que se dibuja en los labios.
Sin embargo, hay pausas que incitan a pensar y pausas que incitan a pensar. Y aunque la construcción gramatical sea la misma, existe gran diferencia semántica entre ambas: tan real, tan palpable, como el peso o levedad que da intuir las palabras que llegarán luego.