domingo, 6 de septiembre de 2009

PERSPECTIVAS

Al plantear la vida como una línea temporal, no más que un microsegmento, en el mapa de la Historia Universal – la pasada y la futura, sobre todo la futura- , la calma parece apoderarse de mi cuerpo. Nada es importante, nada tiene peso. Y en esa calma me pregunto si vivir es sólo esto.
Me entretengo imaginando la muesca diminuta que seré dentro del mapa. Un puntito sin importancia: no confluente, ni surco… uno sobre el que una mirada extraña, futura, no podría reparar.

Pero al olvidarme miembro de una especie, en el descenso de lo universal a lo particular, todo va aumentando y el puntito ya no es tal sino laberinto fragmentado. Observo calles que transité, barrios de escombros, edificios tapiados y, a lo lejos, una glorieta sobre la que se erige una escultura, grandiosa, de trazos gruesos Plastidecor, que inventé cuando aún no me pensaba.

Y al asentar los pies donde me encuentro; donde el tener perspectiva de uno mismo resulta esfuerzo incómodo para una mañana de domingo; tomo los aparejos, e incapaz de sutilezas, quebranto la virginidad de caminos no inventados, garabateando jardines por si, en tu propio inventar, los encontraras.

viernes, 31 de julio de 2009

Pausada

Son muchos los que temen los silencios, que no el silencio. Este último expresa por si mismo. Tiene entidad propia, causa, cuerpo... Denota lo que el emisor piensa, siente, o una situación gerúndica (pensando, sintiendo) consecuencia de algún agente exterior.
El silencio puede compartirse, disfrutarse. Los silencios no: son losas o morteros que anteceden a éstas.
No temo el silencio, ni siquiera en versión coral. Lo que me angustia son las pausas por su condición híbrida. Esos segundos, minutos u horas en que te agitas buscando el sonido, con una expectación y desesperación que acabalga pensamientos, tensa el cuerpo, agarrota el ánimo.
Las pausas no se pueden disfrutar, no dan calma a las miradas, y no existió jamás actor que transformara en sonrisa la mueca que se dibuja en los labios.
Sin embargo, hay pausas que incitan a pensar y pausas que incitan a pensar. Y aunque la construcción gramatical sea la misma, existe gran diferencia semántica entre ambas: tan real, tan palpable, como el peso o levedad que da intuir las palabras que llegarán luego.

domingo, 14 de junio de 2009

La Cáscara.

Durante años se acercaban a visitar la cáscara pues era lo único que persistía.
Sentados junto a ella forzaban tonos distendidos, llenos de buenas intenciones que se diluían en minutos: el tiempo que tardaban en mirar en sus ojos, buscando a su amiga, a su hija, a su esposa… para concluir , que aquella que abrazaban y besaban no era ella.
Algunos; los más; marchaban entonces abrumados por recuerdos tibios y conversaciones pendientes.
Algunos; los menos; la gritaban con la esperanza de provocar su regreso. Entonces también marchaban, furiosos, llenos de recriminaciones hacia “eso” que allí dejaban.

El día que La Cáscara sonrió, las líneas telefónicas se colapsaron. Pero hubo que esperar sus primeras palabras, meses más tarde, para concluir que Justina había vuelto. Su memorable “ Qué me vas a contar a mí !” atrajo tantas visitas que durante semana y media no se pudo cerrar la puerta de acceso a la casa.

Volvió como se había ido: fuerte y dinámica.
Puso a régimen al marido, a estudiar a los hijos y a pasear al padre. Tomó las riendas de una casa que había quedado abandonada, limpiando con tal ímpetu que alguien (no diré quien) visitó al Médico, con la loca esperanza de hacerse con calmantes que diluir en su café mañanero.
Justina había vuelto.

Al principio mostraba interés por conocer. Miraba y escuchaba absorbiendo cual esponja el mundo que la rodeaba. Llegó entonces la segunda de sus frases inolvidables: “ Esto es un desastre!” Y con ella el mayor revuelo que el pueblo recordara jamás.

La Cáscara hablaba más que nunca. De hecho no callaba. Pero no era cháchara sino palabras certeras y críticas con y hacia todo. Una ironía mordaz pululaba allí donde estuviera. Pareciera que hubiese decidido arreglar el mundo o, por lo menos, aquel que la circundaba.
El alcalde y la maestra fueron los primeros, pero no quedó quien no sufriera el escozor de sus sentencias. Se ensañaba con sus allegados y en especial con su “elegido”, el cual; para entonces; volvía a disfrutar del cuerpo de sus años de adonis y pasaba las tardes tortoleando con quien pudiera.

En otra situación los aldeanos, tras reunión nocturna en La Taberna, hubieran acordado un contraataque, pero dado lo excepcional del caso, optaron por pasar al Plan B: dejar que se cansara.
No funcionó. Justina no se achantaba ante los continuos desplantes e ignores con que la recibían sus vecinos. Se negaba a desperdiciar el don clarividente con que había regresado y perseguía a sus objetivos día y noche, hasta que desesperados prometían Redención.
Su búsqueda de un mundo mejor convirtió el pueblo en un patio de colegio, donde todos jugaban al escondite con tan sólo vislumbrar la silueta de Justina.

Por lo absurdo de la situación y los cientos de anónimos amenazantes, el hijo mayor se ofreció; voluntariamente; a ejercer como mediador entre ambas partes. Tras días de búsqueda encontró el valor y trasmitió a su madre la desesperación de sus representados.
Nada escucharon aquellos que esperaban expectantes en la entrada principal.

Contaría luego el primogénito; y habría de repetir la historia hasta el final de sus días; cómo Justina pareció relajar cada músculo de su cuerpo y chasqueando los dedos desapareció en el patio, donde horas más tarde encontraron nuevamente La Cáscara.

domingo, 19 de abril de 2009

El Ombligo



Se miraba el ombligo, aquí y allá, redondito y profundo y como no tenía fin, no dejaba de observarlo. Le intrigaba de tal manera, que de mero pasatiempo terminó por convertirse en obsesión.
A veces era tal su angustia que sentía la necesidad de compartirlo, con nadie en especial... Levantaba entonces la camisa, bajaba recatadamente el pantalón y esperaba que alguien más se interesara por él.
Damas, caballeros, acercábanse a observar. Elevando vestimentas comparaban: nada igualable al ombligo expositor.

Qué le hacía tan especial, siendo como todos un recuerdo del nacimiento?
La persona que lo ostentaba no merecía ni tan siquiera dos miradas. Sin embargo, cuando alguien curioseaba dentro, perdíase en universo infinito.

Un día decidió averiguar el secreto que entrañaba.
Tras semanas de trabajo consiguió tal dilatación que introdujo dedos, puño, brazo, hombro... y se preparó.
Primero lanzó una piedrecilla, por comprobar la profundidad del orificio. Luego, cansado de esperar y acercar la oreja, tomó una cuerda, introdujo el cabo libre y deslizándose por ella se perdió en si mismo.

domingo, 29 de marzo de 2009

LA VIDA



Quizá la suerte hay que buscarla.
Quizá la oscuridad fortalezca el espíritu.

martes, 13 de enero de 2009

Culpable sentimental?... YA NO

La culpabilidad es de los pocos sentimientos que podemos considerar total y exclusivamente nuestro.
Al contrario de lo que muchos creen, no podemos hacer sentir culpable a otra persona. Quizá creamos, o sepamos, que tal calificativo y sentimiento le pertenecen pero nuestros intentos no sólo no llegarán a buen puerto, sino que servirán de acicate para conseguir lo contrario. Todos, permítanme generalizar, saltamos como resortes ante acusaciones que no creemos ciertas.
El culpable lo es por convicción.

En esto de los raciocinios y juicios internos nuestra propia naturaleza lucha por sobrevivir y, puesto que tenemos que vivirnos 24 horas al día, buscamos y tiramos de cualquier “pero” que nos exculpe. Quizá por ello, al culpable no le sirven los razonamientos propios (aquellos en los que se sepa no culpable) y desprecia los ajenos (con educación, y cierta sorna, del que se cree diferente y no comprendido).
El culpable se sabe, se piensa, y por encima de todo, se siente.

No existen asociaciones de culpables auto proclamados, y de existir sus componentes serían del tipo “falso-llorón”.
Los culpables son auténticos. Forman pequeños grupos (unipersonales) que se reconocen aun sin decirse.
La culpabilidad es solitaria. Se sufre en silencio y sin pomada.

El culpable es un ser responsable. Y es precisamente esta característica, la que abre su Caja de Pandora.
La responsabilidad es una obligación moral, cívica, educacional… y como tal es aceptada, e incluso asumida.
No debemos confundirnos y pensar que estos seres son pesimistas, catastrofistas o derrotistas, que se responsabilizan y culpan de/y/ó por todo. Suelen dedicarse a una, a lo sumo dos, culpabilidades con auténtica abnegación, si bien, en momentos puntuales de abatimiento apocalíptico, dejen libre la onda expansiva que arrase el mundo que les rodea.

Existen millones de clases de culpables, tantos como las causas que los desarrollan. Sin embargo, una tipología destaca por encima de todas: la culpabilitiscordis, comúnmente llamada Culpabilidad Sentimental. Y es precisamente ésta, la que más adeptos tiene, que tiene solución.

Según, estudios recientes desarrollados por el doctor Hasse Wallum y su equipo de investigación del Instituto Karolisnka (Estocolmo), existen dos genes relacionados con las hormonas oxitocina y vasopresina, que varían según las personas y que influyen directamente en el sentimiento de afinidad atrayente, conocido como AMOR, así como en la calidad de las relaciones y estabilidad.


Si aplicamos dicho estudio al tema que estamos desarrollando, podemos concluir que: el querer a alguien, o que nos quieran, el dejar de querer en un momento dado, la fidelidad e infidelidad, incluso el apego o aversión por los familiares de nuestra pareja (suegros y cuñados), son resultados de la química y por tanto, por ahora, totalmente incontrolables e independiente de nuestros intereses o mejores deseos.

No tengo claro si el nuevo descubriendo es positivo o negativo: pues deja nuestra personalidad y capacidad de decisión en un lugar “demasiado” secundario… pero, desde luego, como argumento anti-penas y antídoto de culpabilitis, parece funcionar bastante bien (eso sí, en versión beta).



La noticia que informa sobre el descubrimiento del Doctor Hasse Wallum fue publicada en un artículo de Javier Sampedro “Genética del Amor”, por El País, el 8 de enero de 2009.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Imaginación

Desde pequeña he gustado de fantasear, dejarme envolver por una imaginación que nunca he sentido como propia, si no como una amiga/enemiga que me invitaba a vivir más allá de lo que este plano me daba.
He conocido así personajes con quien nunca me crucé. Hablado con seres que sólo eran imágenes y cambiado situaciones, mil y una veces, como jamás la realidad me hubiera permitido.
Podía realizar excursiones a mi antojo en cualquier momento o lugar: en clase, el coche, tomando café, e incluso en momentos en que hubiera que avivar ascuas… Eran incursiones controladas, micro-momentos; pues temía aquijotarme y perder comba de la realidad; bombones placenteros que al diluirse dejaban buen sabor de alma.
Sin embargo esos “mundos” nunca tenían la consistencia de éste que vivía. Alegría, dolor, aventuras… sólo brisas que salían mal paradas en cualquier comparación.

Hace algún tiempo dejé de ensoñar. Los regresos se hicieron insoportables. Las circunstancias que envolvían mi vida: tan real, tan asquerosamente adulta, requerían una permanencia constante, acorde con la situación.

La esencia nunca desaparece, es una de sus cualidades. Supongo que fue así cómo encontré subventanas, que me permitían asomarme sin lanzar todo el cuerpo. Inventar historias de y para otros. Nunca sobre mí, nunca de “lechera”. Pudiendo así disfrutar lo que duraba hornear la idea, y mantener la cabeza fría, al terminar el proceso.

A este lado de la pantalla es difícil volar.
Una política desvirtuada, una sociedad moderna que mantiene derechos de pernada, la educación paradójicamente vacía, la familia (muchas veces a lo Coppola), el trabajo, la ecología, la crisis económica, los amigos, las ausencias… tantas cosas por las que preocuparse, por las que luchar… Sin embargo también aquí los cambios son de quienes los imaginan y tienen valor para hacerlos realidad. Otro tipo de soñadores, pero fantasiosos igualmente.

Creo que existe un equilibrio entre ambas realidades. Que podemos permitirnos ciertas licencias sin eludir nuestras responsabilidades. Sueños, ilusiones, deseos… cómo cuando soplas las velas en tu cumpleaños.

Terminando este 2008 se abre una puerta a la imaginación.
Cuenta una leyenda “urbana”, que justo, en esos segundos en que las campanas anuncian el paso de un año a otro, se nos conceden tres deseos. Dicen que debes escribirlos en un pequeño papel y guardar éste en tu zapato izquierdo, pisándolo durante esos 12 segundos. Luego se debe quemar (durante la primera hora del nuevo año), haciéndolo así llegar al lugar donde los sueños se fraguan… Lo sé, lo sé, digno de un cuento de los Hermanos Grimm. (A mí tampoco me convence, aborrezco los cuentos de hadas).

Pero… pasar de todo y soñar… darnos un respiro, unos minutos… volver a ser niños y sacar la punta de la lengua, concentrados, inconscientes, al escribir, ó sonreír pensando en…
No sé… y si fuera cierto, y si todo fuera tan fácil como imaginar?


domingo, 30 de noviembre de 2008

El amante egoista




Se definía como un amante egoísta. Lo hacia sin palabras, con un pensamiento tatuado.
Consideraba ésta la única forma de amar y seguir siendo él mismo: libre, como deben ser los amantes.

Cuando te bese, lo haré con deseo, por satisfacer mi curiosidad.
Querré saber si tus labios son mullidos, fríos o tibios, si permanecen cerrados o se relajan y acomodan a los míos.
Decidiré entonces si quiero tomar tu boca y mandaré en avanzadilla la punta de mi lengua. Y, como es la primera vez, dará igual si decides recibirme o atacar, o en qué pista bailemos. No importará si te llevo o si te dejas, ni si el beso se diluye o interrumpe, pues me gustará por novedoso.

Disfrutaré al desnudarte lentamente, o tan rápido que ni queriendo pueda recordar, buscando llenar recuerdos con tu imagen.
Mas si decides ser tú quien me descubra, disfrutaré también, observando tus maneras, tus reacciones… dejándome hacer.

No pensaré en ti cuando recorra tu cuerpo, investigue, pase de largo o pare en algún recoveco de tu piel… No lo haré al coronar o bajar, humedeciendo, bebiendo… al escuchar o exhalar suspiros, cuando acelere o detenga tus movimientos, acompasando los míos, buscando tu placer … no, ni siquiera entonces pensaré en ti.

Creía que solo un alma gemela podía darle lo que ansiaba.
Un ser que pensara en si mismo, independiente, del que no tener que preocuparse.
Alguien tan egoísta que permaneciera por placer y se marchara al terminar éste.
Que supiera, que apreciara, que fuese…
Un no joven.
Alguien que hubiese mutado.






martes, 11 de noviembre de 2008

Desvelos

Una vez conocí una mujer que recordaba su nacimiento. Pero sólo eso. Nada anterior al momento de sacar la cabeza al frío quirófano y del dolor y ahogamiento hasta que respiró.
Mi caso es distinto. Recuerdo “todo” desde el momento de mi concepción. Cada división celular, la formación de los miembros, órganos, su crecimiento y finalmente el parto. Se podría decir que tengo consciencia de mi ser desde 39 semanas antes de nacer.

De pequeño creía que esta circunstancia era común a todas las personas. No tardé en comprender mi error.
Dicen que los niños son crueles, pero mis compañeros de patio reían y maravillaban con lo que les contaba. Los profesores, por el contrario, tendían a castigarme tras leer algunas de las narraciones de mi previda, que siempre acompañaba de ilustraciones (entonces las llamábamos dibujos) con el fin de ayudarles a comprender mejor.
Mi madre jamás me criticó. No alentaba lo que todos denominaban “pura fantasía”, pero me escuchaba y al terminar guiñaba un ojo o sonreía.

Ya antes de pisar el instituto y tras pasar por dos médicos especialistas, “cariño tú solo contesta a sus preguntas”, comprendí que mi caso era inusual o quizá que nadie más tenía el valor de contarlo. Y aunque siempre supe que no era sueño o locura; cuando quería recordaba aquellas semanas con igual nitidez que la comida del día anterior; tomé la determinación de no volverlo a mencionar.

Los estudios se me daban bien, sobre todo los relacionados con biología, física y química. Por ello decidí estudiar medicina.
Me casé. Tuve dos hijos que a su vez me dieron 3 nietos. Trabajé como neurocirujano hasta los 60, edad en la que pude jubilarme.

Sólo en una ocasión volví a hablar del tema.
Cuando mi madre enfermó, una de las largas noches que pasamos juntos en el hospital, me preguntó qué había antes … Me conmovió que recordara aquellos monólogos de mi infancia, así como que sospechara que ocultaba una gran verdad nunca desvelada. Pero no pude responder pues, como todos, mis conocimientos sobre el otro mundo son meras sensaciones, deseos o creencias.

Desde que aprendí la lección del silencio mi vida ha sido normal: tan satisfactoria y frustrante como cualquiera.
Pasaba largas temporadas sin recordar y cuando lo hacía, estos recuerdos no alteraban ni influían en mi modo de vida.
Sin embargo, ahora que conozco la fecha de mi muerte (no más allá de 6 meses) me veo obligado a enfrentarme a aquel hecho, que si bien no marcó mi vida, si habrá de guiar su final.
No tengo miedo a morir. Que exista un más allá (angelado o de reencarnaciones) no me preocupa: lo que tenga que ser será.
Mis desvelos son concretos y terrenales.
Lo que me angustia es pensar cuánto tiempo, tras la certificación de mi muerte, seguiré siendo consciente de cualquiera de las células que me componen. Pues si mi final es tan excepcional como lo fue el principio, así ocurrirá.

Debo pues decidir si quiero ser incinerado: sufriendo el intenso dolor de quemarme a 3000 grados durante tres eternas horas, o enterrado: semanas de descomposición bajo la tierra, sintiendo cómo la epidermis se desprende, cómo músculos y órganos del cuerpo se pudren lentamente, hasta que la desaparición de las partes blandas de mi esqueleto traigan consigo el ansiado descanso.

No hay razón o indicio que haga suponer que tan asombroso hecho de consciencia vuelva a suceder…pero entenderán que no quiera dejarlo al azar.

jueves, 16 de octubre de 2008

El día-encuentro

Recuerdo al Tío Bolo siempre solo. En vacaciones de navidad, de verano, los fines de semana… solo. Entonces me daba pena: porque no entendía su apodo y por vivir en una casa grande sin compañía.

De pequeña me daba miedo. Alto, moreno y con barba.
De entrada nunca me besaba, lo cual agradecía. Y siempre me observaba, con una mirada larga y profunda, pero sin ojos… tuve que esperar a cumplir los 15 para verlos por primera vez: eran miel, eran grandes e inteligentes.
Decir que antes del “día-encuentro” nunca habíamos hablado, que no me abrazó, ni me besó, sería absurdo y falso. Debió hacerlo, como con mis hermanos y primos, pero no lo recuerdo.

Tenía entonces treinta y nueve años, era joven pero a mi me parecía un señor.
El pequeño de tres hermanos. Mi padre es el mayor aunque yo creía que era él. Supongo que el cariño nos hace atribuir valores que ensalzamos, a quienes queremos.
Aquel fin de semana de invierno (no recuerdo el mes) descubrí a Francisco, con una vida ajena a su papel de Tío Bolo.
Fue el domingo. Por fin volvíamos a casa y al despedirnos me dijo que esperase. No sé dónde se fueron mis padres, ni tampoco por qué en aquella escapada no estaban mis hermanos. No recuerdo más que la angustia, la de quedarme con un desconocido, en un silencio incómodo y la sospecha de peligro…
Cogió una bolsa de una silla y me la entregó. Entonces vi sus ojos, muy parecidos a los míos, y esa vez sí recuerdo que sonreía “Espero que te guste, llama y me cuentas”

Era un libro. Mi primer grande. Trataba de clases sociales, de la postguerra , de amor, amistad y sexo. Estaba usado, subrayado, con notas, era suyo…Me marcó, me abrió un poquito los ojos, la primera rendija, pero nunca le llamé, ni le conté.
Entre sus hojas encontré una carta. Así supe lo de su mujer e hijo. La leí unas cien veces. La primera con curiosidad, luego con angustia, ahora… ahora no la leo, sé cada palabra.
La carta cuenta una fracción de su vida. Un momento congelado en palabras. Una historia, como la de muchos pero suya.
La guardé esperando que nunca viniera a buscarla, pero temiendo tirarla por si finalmente lo hacía. Mi tío murió 3 años después. No la reclamó y nunca hablamos de ello.

Solemos maldecir el tiempo: lo rápido que pasa, lo lento que se vive. Pero es el tiempo quien marcará si un hecho es importante en nuestras vidas. Es su paso el que nos ayuda a comprender y valorar.

Al tiempo, como a la vida, sólo les reprocho sus desplantes. El ponerme en un vagón retrasado que me permite ver pero nunca alcanzar… que me deja con el mal sabor de boca de entender lo que pasa, de encontrar otro tú-mismo, cuando ya no puede ser.

sábado, 11 de octubre de 2008

de necesidades y de ausencias

Hace algún tiempo dijeron necesitarme. A mí, en totalidad: no mi ayuda, ni mi cariño, mis ideas, mis risas, ó mi cuerpo. Fue un rotundo “te necesito”.
Me impresionó. Quizá porque nadie antes me lo dijo, quizá tan sólo por ignorancia.

Necesitar. Un verbo que connota egoísmo, dependencia y al mismo tiempo, por pronunciarlo, valentía y quizá madurez.
Pero la necesidad, como casi todo, tiene grados e implica mucho, poco, nada según cada cuál la interiorice.
Hay necesidades cómodas que son como pedir favores pero con un poco más me presión. Las necesidades enfermizas: esas en que te pierdes y quedas enganchado, “colgado como un cuadro” que dirían Los Secretos. Y luego están las Básicas: aquellas que se precisan para poder vivir.
A mi me gustaría tener de estas últimas y aplicarlas a las personas. Necesitar a alguien como necesito beber agua, pero así, sin más. Dejando que el agua exista sin quedar absorta ante un grifo continuamente abierto. Sabiendo que está. Necesitando que esté. Pero sin ganas de fusionarme o de convertirme en ella.
Me gustaría, pero soy de espíritu flaco.

Cómo saber que necesitas?, estar seguro que sobrepasa el mero gusto, el hábito o la mezcla de ambos? Lo sabremos tras una abstinencia reparadora?. Pero quién en su sano juicio, con la experiencia de haber vivido, se someterá a ésta voluntariamente?
La distancia, que hace reflexionar, nos ha de ser impuesta.

Cuando una persona deja de formar parte de nuestra vida se transforma: en olvido, en pérdida o en ausencia. La primera es inocua, la segunda dolorosa pero asumible. Son la ausencias las que ,como nosotros, se llevan en presente, día a día, tomando un cuerpo que las transforma en Ausencia, con mayúscula, con nombre propio, como la persona que , ya sin duda alguna, sabremos necesitar.

Hace algún tiempo me dijeron y no entendí. Hoy sé que hay cosas que es mejor intuir, aunque nos conviertan en ignorantes.

domingo, 24 de agosto de 2008

Las Reglas del Perdón


Perdón, curiosa palabra.
Todos la hemos usado alguna vez: como muletilla al pisar a alguien o con sentimiento esperando la redención.
El perdón, el que pedimos y damos o no…

Desde pequeños nos enseñan que hay cosas que no debemos hacer.
Nos dicen “pide perdón” y lo haces, sin más, besito y todo arreglado: olvidas.
Te pasas la infancia pidiendo perdón cada vez que algún ojo acusador sobrevuela tu coronilla. Olvidando para volver a vivir en tu cómodo mundo egocéntrico.

Y con estas te plantas en la adolescencia y aquí, dependiendo de cómo haya sido tu vida, la historia cambia.
Empezamos a ser conscientes de las consecuencias. Intuyes que la cosa no es tan fácil, que “el amuleto” no siempre produce el efecto deseado y por primera vez asocias perdón con arrepentimiento.

Vas creciendo, la vida se complica, la complicamos (no entro en esto ahora) y las picias, se transforman en auténticas cabronadas: malas jugadas que tienen consecuencias.

Es curioso, parece cómo si aquellos hechos que no son punibles, no tuvieran consecuencias.
Está claro que los llamados delitos se mueven en otro ámbito. Están reglados: daño/castigo. A todos nos parece normal: ladrones, violadores, asesinos, estafadores… que paguen.
Sin embargo queda un ámbito sin cubrir, personal, que se rige por Las Reglas del Perdón.
Cuáles son las cosas por las que debemos pedir perdón?, debemos perdonar? Qué consecuencias tiene hacerlo para los implicados?

Pedir perdón no está mal. Se muestra arrepentimiento, lo cual , aunque no soluciona, anima … el problema es que muchas veces buscamos algo más.
Quizá, por los aprendizajes de nuestra infancia, esperamos que se olvide el incidente. Pero para eso todavía no hay pócima conocida. Una simple palabra, o un largo discurso, emotivo y sentido, no podrá borrar lo ocurrido.

Dime: las lágrima derramadas, las noches sin dormir, el sufrimiento, la pérdida de confianza , de inocencia, la dureza, el hastío, la desilusión… las consecuencias que tu estado de ánimo tienen para tus seres queridos, las personas , los momentos, los sentimientos que ya nunca tendrás…. Todo esto lo borran las palabras… puede el arrepentimiento devolver lo que te quitaron, borrar el daño que te hicieron? hacer que seas quien fuiste?
Eres la consecuencia de todo lo que te ocurrió, resultado de tu pasado. Ciertamente has de ser positivo y superar (por tu bien has de intentarlo), pero…

Perdono por egoísmo. Por dormir y vivir tranquila, por olvidar… y eso es lo que busco olvidar a quien eso hizo, se arrepienta o no.
Por ello, porque la confianza no se recupera, porque las personas estamos hechas de conceptos abstractos pero que están ahí… por todo eso, si el que pide perdón busca palabras las tendrá : “te perdono”.
Pero si lo que busca es seguir a mi lado, como si nada hubiera pasado, que consiga eso: volver al pasado, y hacer que nada ocurra.

Podría terminar así este texto. Con la garganta dolorida por el grito, pero en el fondo igual.
Trato de abordar un tema extenso y espinoso, lo sé.
Muchos hemos pasado por ello. Interrogantes y remordimientos nos acompañan en el día a día: “y tú no pediste perdón?”, “nunca te equivocaste aun queriendo a esa persona?.”

Finalmente todo es cuestión de prioridades, de lo que estemos dispuestos a perder por el camino.
Quizá debamos parar y preguntarnos si merece la pena otra oportunidad. Si la persona que tenemos enfrente, es eslabón en nuestras vidas. Y cruzar los dedos muy fuerte deseando que el otro (pecador o redentor) quiera también luchar por volver a cimentar la confianza: la que se construye compartiendo momentos y se destruye … (cada cual termine como quiera).


jueves, 24 de julio de 2008

las 6 seis 6

Esta mañana al volver a casa, preparando la comida, escuché un golpe seco que retumbó por el pasillo. Como en las películas de terror me dirigí a ver de dónde venía ( cuchara de palo en mano ) y con voz de pito espantá pregunté : “¿quién hay ahí?, eres tú?... no tiene gracia.”
Tras mirar en varias habitaciones y maldecir por tener una casa demasiado grande (puertas que abrir, puertas abiertas…), llegué a la conclusión de que estaba sola, por lo menos en esta dimensión y regresé a la cocina poniendo música a tope (que espanta todos los males).

Pero la semilla estaba plantada y a una velocidad espantosa he empezado a recordar películas : momentos gloriosos del celuloide que hacen que un simple ruido me lleve a temer lo peor.

En el fondo soy masoca. No sé por qué lo he hecho, por qué me deleito recordando, volviendo a ver , confeccionando una lista, repasando , desechando… lo pagaré.

En fin, ésta es mi lista de las 6 de terror para no ver sólo, todas ellas dominadas por una banda sonora que seguirá resonando en mi cabeza cuando menos me lo espere.

Por orden cronológico:

1- PSICOSIS- ( 1960 Alfred Hitchcock)

Clásico de escenas y planos. Perversión psicológica de traumas infantiles.
Desde entonces si la ducha es de cortinas no puedo evitar recordar.
Lo del miedo a las suegras no estoy segura si viene de aquí...




2- LA SEMILLA DEL DIABLO- (1968 Roman Polaski)

Por lo dulce de la historia con una Mia Farrow joven y guapa a rabiar.
Desde entonces no me fío de los vecinos , ni de los médicos...




3- EL EXORCISTA- (1973 William Friedkin)




La desesperación de una madre por la enfermedad de su hija, la Iglesia como solución ... da miedo, verdad?

4- LA PROFECÍA - ( 1976 Richard Donner)

Gran reparto. Popularizó el 666. Desde que la vi adoro los rottweiler y tengo pánico a los niños de piel blanquecina y ojos azules que me miran con sonrisa de pillos.
Cuántas fotos quemadas por creer ver un reflejo, una sombra con forma de lanza o de soga … nunca quise aprender a rebelar.




5- AL FINAL DE LA ESCALERA- ( 1979 Peter Medak)

Para mi la mejor.
Juega con la música, con el secretismo, con el miedo por ocultar el pasado. Fue pionera en las sesiones de espiritismo y las cacofonías.
El guión es perfecto : retorcido, imprevisible, romántico y melancólico.
Consiguió que me aterren las cajas de música, que no pueda subir sola a un desván ( y si puedo evitarlo ni acompañada).
Es la película familiar. Todas las navidades me reuno con mis hermanos y las vemos. Sabemos los diálogos, guardamos silencio en esos momentos...
Todavía pone la carne de gallina y se retuercen mantas.



6- EL RESPLANDOR- ( 1980 Stanley Kubrick)

Papelón de Jack Nicolson. El doblaje de Shelly Duval lo realizó Verónica Forqué.
Qué escena elegir?: inolvidable “redrum”, las gemelas en el pasillo, la conversación con el barman y las fotos antiguas, "los tres cerditos", persecución por el laberinto…
Sin ser el argumento principal se muestran escenas de maltrato de género, del terror de la víctima desprotegida.
Gracias a esta peli tengo miedo a todo.




Un simple ruido. Un golpe cuando no lo esperas, cuando lo crees imposible y el miedo sopla en tu nuca, creando una gota de sudor helado que recorre lentamente la espalda.


miércoles, 9 de julio de 2008

Sombrero de copa (II) : pacto entre caballeros.

La ambición junto con el miedo son los grandes motores de nuestra sociedad. Y cuando se juntan, entremezclando características, la máquina destructora no tiene fin. Sálvese el que pueda!.

Su caso fue muy sonado. Durante semanas ocupó primeras planas.
Tres eran los protagonistas: dos jóvenes licenciados y un abogado recién llegado a fiscal.
Los jóvenes se habían metido en un lío. Nada que mereciera tal despliegue de medios. Sin embargo el fiscal decidió que su caso era especial. Vio la oportunidad de alcanzar notoriedad con esos dos pardillos.
En su defensa diré que el destino le ayudó. Ciertamente las pruebas eran ambiguas y al principio creyó defender lo correcto. Luego el enredo había crecido, los medios acosaban y para un alma aterrada por el fracaso, fue mas fácil callar y mirar para otro lado.
Lo que en un principio era un caso de agresión, con desastrosas consecuencias, fue complicandose. Cada vez había nuevas pruebas, agravantes que terminaron con acusación de homicidio.
La habilidad de la fiscalía fue reconocida por los periodistas: pruebas que aparecían a su antojo, juegos verbales y efectos visuales... como salidos de un sombrero de copa.

Los chicos estaban perdidos. Bien lo sabían ellos y sus abogados.
El fiscal quería atar cabos. Una confesión ante el pueblo. Un reconocimiento a sus teorías... intrigó, presionó .

Martin planteó su idea: quiere magia, magia haremos.
Sus vidas estaban unidas ... que fueran una en verdad.
Uno cargaría con el desastre. Cumpliría la pena completa. El otro disfrutaría la libertad, sin sombras, sin penas. Viviría tantos años como durase la condena. Luego debería morir y el excarcelado asumiría su personalidad. De esta manera los dos saldrían ganando. Ciertamente una vida parcelada, pero vida al fin y al cabo.
Martin perdió la jugada. Se confesó culpable y fue condenado a 20 años de cárcel, 15 con las reducciones de condena.

Volvieron a verse unos días mas tarde. Fue la única vez, pero era necesario para ultimar detalles. El acuerdo fue el siguiente:
mantendría su nombre, luego Martin lo asumiría. No podría formar familia ni tener amigos (conocidos aquí y allá, alguna relación por Internet... nadie que pudiera identificarle), un trabajo sin compañeros (escritor valdría), y el juramento de no huir cuando llegara el momento: pacto entre caballeros, pacto de miradas.

El resto era historia. Había triunfado con las tres novelas que Martin le cedió. Luego trató de imitar su estilo y publicó dos más: la última, la de "gracia", convenció a editores y lectores sobre lo efímero de la genialidad.
Una vez se enamoró. Pero la imposibilidad de compromiso hizo que le abandonara.
Su vida había sido mediocre y angustiosa. Vida con fecha de caducidad. Hasta que leyó la noticia. Una reseña en la sección de sucesos informaba de la muerte de M. en la cárcel. Y empezó a vivir, de verdad, saboreando cada momento, cada persona, TODO.


Tras recordar se siente bien, sabe lo que ha de hacer. Se dirige a la casa.
Muchos no entenderían por qué no volaba de allí. Por qué un Martin ejecutor, no continuaba su camino.
Sin embargo aquello tenía sentido para ellos. De hecho, el poder llevarlo a termino, daba sentido a sus vidas. El acto final, el último truco que jamás nadie podría imaginar, ni descubrir.

Se sabe valiente, seguro de su decisión, pero no tiene prisa, quiere aprovechar el momento. El último.
Paseando por un parque compra agua en el kiosquillo de verano y sentado en un banco se dispone a repasar.
Curiosos los recuerdos del reo.
Recuerdos de infancia, del bosque que bordeaba su pueblo, de la pandilla, de fuentes que no dan agua y amoratonan manos en el intento, de su abuelo, de su hermana, de verdes y dorados, de nieve, seca y cálida, puede ser cálida?, así la siente él... y llora por no poder comprobar, sentir todo eso de nuevo. Llora como lloran los hombres: calmado y sin hipos, con la tristeza que asumir la verdad a veces conlleva.

Se dirige a la casa, valiente, seguro de su decisión. Se dirige a la casa, valiente, seguro de su decisión,(el portal está más cerca), valiente, valiente...
Sube escaleras, seguro de decisión, seguro (otro piso más).

Llega a la puerta, gira la llave. Una copia bloquea el acceso.
Miedo, nudo en el estómago.
Duda. De sí, de todo lo que había pensado, de la vida y de los valores, del si merece la pena... de si Martin también dudaba... de si al poner la llave le daba la oportunidad de marchar, de si escribir una nueva historia, aunque fuera mal escrita.

Está paralizado. Sintiendose observado, deseando que la puerta se abra, o que sus piernas no dejen de correr llevandole lejos de allí. Honor o futuro.

Parálisis, dudas, inquietud, desazón.
Será cobarde o valiente?

La puerta se abre.
Ha llamado. Hizo bien o mal, pero lo hizo.

Valiente.





FIN

sábado, 5 de julio de 2008

Sombrero de copa (I)




Nuevamente allí está ese hombre. Desde la ventana del salón no puede ver sus rasgos, pero el porte no deja duda de género.
Han pasado varios meses desde la primera vez que lo observó. Entonces apenas llamó su atención. Se encontraba como tantas veces observando por la ventana. Tras la carretera se extendía una colina que no tardaría mucho en ser edificada. Apenas unos olmos desperdigados aquí y allá.
Algunas veces observaba gente pasear, con sus perros o sólos. Por eso no se fijó demasiado en él.
Luego la cotidianidad despertaría su curiosidad. Le encontraba a diferentes horas. Parecía como si siempre estuviera allí. Pensó que sería un jubilado que pasaba tiempo caminando por los pocos verdes que aún quedaban. Dadas las fechas y que el desconocido no levantaba la cabeza del suelo, le apodó "el setero".
Un día raramente angustiado por no encontarle , habló de él a un amigo. Pero éste no comprendió y se pasó varias semanas llamándole para preguntar qué tal su "enamorado", si la cabra volvió al monte y otras tonterías por el estilo.
Por suerte volvió a verle y calmó el corretear de aire que produce las ausencias imprevistas.
Dejó de mirarle el día que se sintió observado. Era absurdo. El hombre sentado bajo el olmo miraba fijamente a su ventana?. Un escalofrío recorrió su espalda y bajó la persiana.

Esta tarde, tumbado en el sofá quedó dormido. Algo le despierta.
Medio inconsciente y sobresaltado, bebe agua para despejarse. Entonces lo ve: en el techo de la habitación una lucecilla se refleja rítmicamente. Proviene de la calle. Aún tumbado, sigue los destellos regulares, intencionados sin duda.
Despejado se asoma. En la colina está el setero. Tiene algo entre las manos (seguramente un espejo). Sabe que le ha visto y coloca el objeto sobre una piedra , provocando un brillo constante, como un faro.

Son las 5 y el sol castiga a esas horas. Se viste y baja dispuesto a hablar con él?. En verdad no lo tiene claro.
Atravesando la carretera le puede la curiosidad. Se pregunta cómo nunca paseó por la colina. Quiere, morbosamente, comprobar qué ven los ojos del extraño. Por eso cuando llega bajo el olmo y se refugia en su sombra, gira buscando su ventana. Tiene que contar los pisos, todos demasiado iguales, y la encuentra. No se distingue nada. Ningún observador desde su posición podría saber si alguien le observaba.

Una luz cegadora quema sus ojos. Los cubre con las manos para protegerse. Entonces para y busca al hombre. Está malhumorado. No le gusta que jueguen con él. No hay rastro.
Vuelve el destello, pero esta vez,por desgracia, sabe su origen. Los centelleos salen de su casa.
Su corazón se desboca, imposible controlar las pulsaciones. Cree que va a reventar.
El miedo se apodera de él. Se pregunta si no estará dormido, cómo puede estar ocurriendo aquello...
La puerta de la terraza se abre y una mano coloca un objeto sobre el alféizar. Pánico y mareos.
Coge el móvil para aumentar la imagen. No hay duda: un sombrero de copa.
Maldito cabrón: es Martin.
Las piernas le fallan y cae. El sudor recorre todo el cuerpo y la cabeza le estalla. Pero si estaba muerto!!.
No, el muerto era él... no verá amanecer.