"A quien le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga"
Maravilloso estribillo que cantaba Alaska y que muchas veces hemos coreado como si nos fuera la vida en ello. Y es que todos nos hemos sentido cuestionados, criticados e incluso no aceptados, en alguna ocasión. Entonces surge la fuerza "resorte" y saltamos defendiendo nuestras palabras, actos... nuestra forma de ser.
Pero no nos engañemos,pues en el fondo quisiéramos gustar a todos, lo cuál; obviamente; es imposible.
La especie humana cuenta entre sus características con las capacidades de aceptar o repudiar. Ambas intrínsecas a nuestra naturaleza. Antagónicas.
Muchas veces los procesos de aceptación o rechazo se producen por afinidades o por factores sociales (valores que nos enseñaron, con la finalidad de pertenecer y perpetuar un estilo de sociedad).
Poco puedo matizar sobre estos casos, pues realmente resulta difícil, casi imposible, luchar contra lo que nos rodea o contra nosotros mismos.
La afinidad es una fuerza de atracción. Cuando se da nos sentimos complacidos y nos deleitamos con la relación.
El rechazo, siempre y cuando se produzca de forma natural y como principio de una no-relación, también lo asumimos. Somos adultos, sabemos sobre gustos y colores. No es deleitable pero tampoco nos preocupa (surge así nuestras fuerza-resorte y seguimos el camino).
El problema está ;como siempre; en el espacio que hay entre los dos extremos, en las situaciones mutables. Más concretamente en las mutaciones-negativas.
Si cambiamos de una afinidad real (no un mero gusto), a un rechazo (no un simple cabreo) es porque algo ha pasado. Y ese algo es "ALGO" importante e insuperable.
Rechazamos lo que no entra dentro de nuestros márgenes de entendimiento, de nuestros valores, nuestra forma de ver la vida. Y si eso ocurre con alguien a quien una vez consideramos cercano, nos sentimos defraudados.
Lo bueno de los humanos es que somos complejos. Seres repletos de sentimientos, vicios y virtudes. De entre las últimas la mejor :el olvido. Por lo tanto no debemos sufrir, ni tan siquiera preocuparnos, pues cuando las situación nos es adversa y algo o alguien nos molesta lo "borramos del mapa" y asunto solucionado.
Y es que es más fácil olvidar que aceptar lo que no comprendemos. Sería de locos pensar que dos personas puedan tener razón al creer que algo es blanco o negro al mismo tiempo.
Quién osaría afirmar que 2+2 son cinco?
Maravilloso estribillo que cantaba Alaska y que muchas veces hemos coreado como si nos fuera la vida en ello. Y es que todos nos hemos sentido cuestionados, criticados e incluso no aceptados, en alguna ocasión. Entonces surge la fuerza "resorte" y saltamos defendiendo nuestras palabras, actos... nuestra forma de ser.
Pero no nos engañemos,pues en el fondo quisiéramos gustar a todos, lo cuál; obviamente; es imposible.
La especie humana cuenta entre sus características con las capacidades de aceptar o repudiar. Ambas intrínsecas a nuestra naturaleza. Antagónicas.
Muchas veces los procesos de aceptación o rechazo se producen por afinidades o por factores sociales (valores que nos enseñaron, con la finalidad de pertenecer y perpetuar un estilo de sociedad).
Poco puedo matizar sobre estos casos, pues realmente resulta difícil, casi imposible, luchar contra lo que nos rodea o contra nosotros mismos.
La afinidad es una fuerza de atracción. Cuando se da nos sentimos complacidos y nos deleitamos con la relación.
El rechazo, siempre y cuando se produzca de forma natural y como principio de una no-relación, también lo asumimos. Somos adultos, sabemos sobre gustos y colores. No es deleitable pero tampoco nos preocupa (surge así nuestras fuerza-resorte y seguimos el camino).
El problema está ;como siempre; en el espacio que hay entre los dos extremos, en las situaciones mutables. Más concretamente en las mutaciones-negativas.
Si cambiamos de una afinidad real (no un mero gusto), a un rechazo (no un simple cabreo) es porque algo ha pasado. Y ese algo es "ALGO" importante e insuperable.
Rechazamos lo que no entra dentro de nuestros márgenes de entendimiento, de nuestros valores, nuestra forma de ver la vida. Y si eso ocurre con alguien a quien una vez consideramos cercano, nos sentimos defraudados.
Lo bueno de los humanos es que somos complejos. Seres repletos de sentimientos, vicios y virtudes. De entre las últimas la mejor :el olvido. Por lo tanto no debemos sufrir, ni tan siquiera preocuparnos, pues cuando las situación nos es adversa y algo o alguien nos molesta lo "borramos del mapa" y asunto solucionado.
Y es que es más fácil olvidar que aceptar lo que no comprendemos. Sería de locos pensar que dos personas puedan tener razón al creer que algo es blanco o negro al mismo tiempo.
Quién osaría afirmar que 2+2 son cinco?