martes, 13 de enero de 2009

Culpable sentimental?... YA NO

La culpabilidad es de los pocos sentimientos que podemos considerar total y exclusivamente nuestro.
Al contrario de lo que muchos creen, no podemos hacer sentir culpable a otra persona. Quizá creamos, o sepamos, que tal calificativo y sentimiento le pertenecen pero nuestros intentos no sólo no llegarán a buen puerto, sino que servirán de acicate para conseguir lo contrario. Todos, permítanme generalizar, saltamos como resortes ante acusaciones que no creemos ciertas.
El culpable lo es por convicción.

En esto de los raciocinios y juicios internos nuestra propia naturaleza lucha por sobrevivir y, puesto que tenemos que vivirnos 24 horas al día, buscamos y tiramos de cualquier “pero” que nos exculpe. Quizá por ello, al culpable no le sirven los razonamientos propios (aquellos en los que se sepa no culpable) y desprecia los ajenos (con educación, y cierta sorna, del que se cree diferente y no comprendido).
El culpable se sabe, se piensa, y por encima de todo, se siente.

No existen asociaciones de culpables auto proclamados, y de existir sus componentes serían del tipo “falso-llorón”.
Los culpables son auténticos. Forman pequeños grupos (unipersonales) que se reconocen aun sin decirse.
La culpabilidad es solitaria. Se sufre en silencio y sin pomada.

El culpable es un ser responsable. Y es precisamente esta característica, la que abre su Caja de Pandora.
La responsabilidad es una obligación moral, cívica, educacional… y como tal es aceptada, e incluso asumida.
No debemos confundirnos y pensar que estos seres son pesimistas, catastrofistas o derrotistas, que se responsabilizan y culpan de/y/ó por todo. Suelen dedicarse a una, a lo sumo dos, culpabilidades con auténtica abnegación, si bien, en momentos puntuales de abatimiento apocalíptico, dejen libre la onda expansiva que arrase el mundo que les rodea.

Existen millones de clases de culpables, tantos como las causas que los desarrollan. Sin embargo, una tipología destaca por encima de todas: la culpabilitiscordis, comúnmente llamada Culpabilidad Sentimental. Y es precisamente ésta, la que más adeptos tiene, que tiene solución.

Según, estudios recientes desarrollados por el doctor Hasse Wallum y su equipo de investigación del Instituto Karolisnka (Estocolmo), existen dos genes relacionados con las hormonas oxitocina y vasopresina, que varían según las personas y que influyen directamente en el sentimiento de afinidad atrayente, conocido como AMOR, así como en la calidad de las relaciones y estabilidad.


Si aplicamos dicho estudio al tema que estamos desarrollando, podemos concluir que: el querer a alguien, o que nos quieran, el dejar de querer en un momento dado, la fidelidad e infidelidad, incluso el apego o aversión por los familiares de nuestra pareja (suegros y cuñados), son resultados de la química y por tanto, por ahora, totalmente incontrolables e independiente de nuestros intereses o mejores deseos.

No tengo claro si el nuevo descubriendo es positivo o negativo: pues deja nuestra personalidad y capacidad de decisión en un lugar “demasiado” secundario… pero, desde luego, como argumento anti-penas y antídoto de culpabilitis, parece funcionar bastante bien (eso sí, en versión beta).



La noticia que informa sobre el descubrimiento del Doctor Hasse Wallum fue publicada en un artículo de Javier Sampedro “Genética del Amor”, por El País, el 8 de enero de 2009.