domingo, 22 de junio de 2008

Porque quede en el espacio

Desde pequeña me gustó el nombre de Samarcanda, sonaba misterioso, como la ciudad a la que hace referencia. Tenía claro que mi primera hija se llamaría así, pero por suerte (para mi madre), encontré antes a quien poner ese nombre...
Este es mi homenaje a quien hasta hoy fue un buen compañero.

Es una tortuga de tierra. Desde hace 15 años estamos juntas.
No puedo contar cómo ni donde nos conocimos. Sólo que siempre he creído que le salvé de una muerte segura.
Decidí llamarla Shamarcanda, con h intercalada, hasta que meses después descubrí que era tortuga macho y pasó a ser Shamy.

Quizá te preguntes si se puede llegar a querer a una tortuga. Pues no sé a otras pero Shamy se lo curró desde el primer día, llegando a ser un miembro más de la familia.

Algunas personas creen que las tortugas son frías que no transmiten. Será porque no las han visto bostezar por la mañana, restregarse los ojos con las patas delanteras para terminar de desperezarse, perseguir los pies descalzos obsesionadas por los dedos, o volar como gacelas cuando un ruido las asusta.

Saint-Exupéry en El Principito explica muy bien lo que quiero decir:

-¿qué significa domesticar?
- Es una cosa demasiado olvidada- dijo el zorro- Significa crear lazos.
-¿Crear lazos?
-Sí- dijo el zorro- Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo..."


Shamy tenía sus pequeñas manías, esas que la hacen diferentes de todas la demás:
comía un tipo concreto de lechuga, le encantaban las rosas (nada de claveles), y cuando mordía fresas le salía un hilillo de agua rosada por la nariz...
Paseando por el jardín se entusiasmaba de ver tanta hierba y cuando quería comer lanzaba mordiscos al viento hasta que atinaba, porque era estrábica.
A veces alguien se olvidaba de guardarla y te la encontrabas en la cocina o en el dormitorio... entonces te miraba tranquila durante unos segundos y seguía caminando.


Tengo un perro. Sé muy bien la diferencia de lo que uno y otro podían transmitir (que no comprender). Sé que es distinto... pero sabes? no podría decidir entre uno de los dos. Y la pérdida de uno, me entristece.
Los animales sienten y transmiten, comparten nuestras vidas desde lo que son...

Hoy mi perro se tumbó a observar mientras enterrábamos a Shamy, creo que sabía lo que estaba ocurriendo... se fue su amigo.

"Mi guardián de secretos"

jueves, 19 de junio de 2008

Una como tantas

Había oído hablar de Ella hace tiempo.
Era universitario y la historia que escuchaba otra leyenda urbana, de las que se cuentan en las fiestas con una cerveza en la mano.
Entonces no sabía su nombre. Lo importante era la segregación de jugos y risotadas que todos soltaban.
Al terminar la carrera la leyenda formaba parte de él. Distintos narradores, diversos matices, que rozaban el absurdo por contradictorios.

Años más tarde, en una cena de empresa, volvió a escucharla.
Cinco compañeros habían continuado la juerga y agotados tomaban la penúltima en casa de uno de ellos.
Pero aquella vez fue distinta. Borrados ya todos los detalles de pornografía barata, encontraba la esencia , detalles que la hacían real y un apodo. La mujer protagonista, el deseo primitivo, era conocida como La Estatua.

Hace muchos años una joven llegó a su noche de bodas.
Virgen, como era la costumbre, vistió las mejores galas para la ocasión.
Marido y esposa se enfrentaban a la prueba que tanto habían esperado, pero en desigualdad, pues él conocía los placeres de la cama y era maestro en alguno de sus secretos.
Ella se desnudó y él quedó paralizado por su belleza.
Los intentos de ella por avivar la llama fueron inútiles, pues sus manos eran torpes.
Ni los besos ni las palabras de amor, consiguieron que él moviera un sólo músculo. Y así agotada de suplicar y llorar ,cayó rendida.

Al amanecer él dejó la casa y una carta en la que explicaba que tal visión le imposibilitaba consumar el matrimonio. No podía mancillar tan divina creación y por consiguiente el contrato quedaba anulado
.

Enloquecida decidió destruir su cuerpo, deformándolo y marcándolo:convertirlo en repugnante.
Al mismo tiempo aprendió las artes amatorias. Pagó hombres y mujeres, memorizó cada movimiento, caricia y beso humano. Luego invocó a los dioses para que le enseñaran el resto.

Preparada a dar placer, comportándose como estatua, compró una casa en las afueras. Y allí , en la oscuridad de los pasillos, se forjó la leyenda.


Lo bueno de la historia era que dejaba volar la imaginación, puertas abiertas para mentes calenturientas. Resultado: un sinfín de anécdotas de lo que allí ocurría. Sin embargo, en las muchas veces que la oyó, dos detalles se repetían:
orgasmos eternos y una mueca ladeada en los labios de ella, que precedía, como anunciatoria, el placer que se avecinaba.
Sobre quienes eran los elegidos, cómo eran seleccionados y conducidos a la casa, cada cuál contaba lo que quería. Siempre había un amigo, del hermano, de un vecino... que daba fe de lo que el narrador narraba.

La idea de la mujer estatua caló hondo.
Le excitaba jugar con sus amantes, aunque fracasara: pues tarde o temprano terminaban por moverse.
Con el tiempo sus excentricidades volaban en las bocas femeninas y alguno de sus amigos bromeaba al respecto.
Por eso cuando recibió la llamada no se sorprendió.
Una voz masculina le indicaba que La Estatua requería su presencia, dejando dirección , fecha y hora del encuentro.
Decidido a disfrutar del regalo, aceptó sin reparos.

lunes, 9 de junio de 2008

GAME OVER, insert Coin

Llevaba rato sentado sobre el suelo, observando la pared.
Cuando se pusiera en pie y saliera se dejaría de historias, pero aun quedaba tiempo y cosas que dejar correr, que dejar.

Por qué no había marcas en la pared?
En las películas cuando se retiran los marcos, siempre quedan las formas, como difuminadas, de las fotos que una vez colgaron. Cuánto tiempo ha de pasar para que dejen huella? Se trataba de tiempo , de su paso, o simplemente de la calidad de la pared y de la pintura que la cubría.

Días antes, cuando las retiró, tuvo que acercarse para observar. Pegó la nariz, rozó con los dedos extrañado: ummm...ni una muesca a la que aferrarse.
No le importaba. Por qué habría de hacerlo? Al fin y al cabo se trata de una pared, de una entre tantas que formaban ese piso.

Los nuevos inquilinos pintarían y repararían cualquier señal de vida anterior. Con puntas y tacos colgarían sus momentos.
Dejarían marcas sus momentos? No tendrían por qué. Acaso serían más importantes... Para ellos sí, pues serian los suyos, los propios, pero no para él... quizá si para aquella puñetera pared, que se negaba a dejar reflejo de las niñas.

No entendía nada, bueno sí, no era idiota. Entendía pero no cuadraba, pequeño gran matiz.
Porque quizá para un espectador (por muy juez que fuese), que cuenta con cientos de libros de derecho, quizá para él todo fuera fácil: un puzle con las fichas numeradas, como los dibujos que aparecen con sólo ir uniendo los puntitos... sí eso era para él, un pasatiempos, un caso más con el que ganarse la vida.
Cierto que no era el padre, nunca adoptó a las niñas, ella no le dejó. Pero los muchos años que ejerció como tal, que las adoptó y parió en su alma, ésos... esos no contaban. Hala, jódete y los cuadras, de un tirón o de a poquito, pero te alejas y cierras la puerta, sin portazo por favor...

Qué pasaría ahora? No podía acercarse a ellas. Necesitaba verlas, abrazarlas... que opción le dejaban. Acaso espiar como un acosador?
Y la peque no entiende: "No vienes papi?..."
Escuece y retuerce, no lo pienses más.

Por lo menos ya no se ve la pared. Todo oscuro y sin electricidad. Pero se conoce la casa, palmo a palmo. Noches llevando agua, termómetros, durmiendo miedos... cierra YA.

Y eso hace. Baja persianas y no mira atrás.
Entre sus manos, sudorosa de tanto manoseo, una moneda de cien pesetas, bailando nudillos, como antes...
Empieza el ritual.
Recuerda su frase, la que leyó de niño. Pero esta vez no hay valor, vamos que no quiere, que no.

miércoles, 4 de junio de 2008

Fisión


Siempre que escribo selecciono música, que suelta mis dedos y los conecta con imágenes que tengo en la cabeza. Es el nexo de unión que hace posible lo que de otra manera no podría ocurrir. Pues en mi cerebro las ideas tienen vida, los personajes hablan, los paisajes, contextos y sentimientos son nítidos. Pero al transformarlos en palabras se me pierden. Creo que los dedos quedan lejos y ya bajando por los hombros las ideas son reflejos... la música les adormece y así, ralentizados, puedo observar sus sombras.

Escribimos para transmitir. Con una finalidad que es clara para el autor y no siempre para el lector. A veces incluso ciframos las palabras, encubrimos, derivamos y creamos una tercera generación de la idea primitiva. Pero al que escribe le da igual, pues al lanzar palabras consigue su objetivo.

Hoy escribo(te) sin música. No hay pensamiento, ni sentimiento que me mueva. Estoy helada.
Empezó por la tarde. Me sentía rara. Pensé al acostarme que todo pasaría, pero por la mañana al abrir los ojos lo noté. Frío. Un manto que me envolvía en la cama.
Ni el café ni el agua ardiendo han ayudado. Aun con 20 grados, manga larga y chaqueta, helada igualmente. Y según pasaba el día lo notaba más dentro, en los huesos.
Mi cuerpo no lo reconoce: no tengo fiebre, no tirito pero es un frío físico y sospecho lo causa.

Paseaban. Eso hacían: pasear y hablar. Parecía como si al andar y respirar el aire fresco, las palabras brotaran sin parar.
Dónde quedaran o cuándo daba igual. Preferían las afueras de la ciudad pero el centro también les valía.
A veces quedaban y andaban sin rumbo fijo. Sólo tenían unos minutos: una vuelta a la manzana, nada más. Cuando habían regresado tenían más que contarse y seguían caminando, por otras calles, sin pensar... sólo hablando.

Nadie pudiera sospechar que algo les uniera de tan diferentes que eran. Sin embargo tras varios pasos sus andares se acompasaban, su respiración se relajaba y surgía la armonía.



Ves? Todo depende de cómo se cuente. Cada persona, cada momento tiene su historia. Yo también observo y retengo.

Él la enseñó su ciudad: la de sus recuerdos. A través de calles, edificios y rincones fue desnudando su alma.

Y allí en la cueva, sobre río, tras la universidad... hombro con hombro, sin mirarse, lanzaron y bebieron secretos. El viento les ayudó.


Resulta curioso el poder de las palabras. Letras, sonidos agrupados, que transforman la realidad.
Una vez emitidas se rigen por las leyes de la física. Acción-reacción impredecible, dadas las variables de un sistema en movimiento.


Apoyada en la barandilla, buscó el valor, decidida a dejar que el aire entrara.Pero no calculó bien y la ventana que pretendía tornar se abrió con fuerza.
Horrorizada trató que él no escuchara. "No me hagas caso ... nos vamos ?"
Una mano fuerte sobre el brazo frenó en seco la huida. Y arrastrándola junto a él, con determinación, la hizo enmudecer con sus palabras.


No te importen las palabras. Todos las usamos: bien, mal o regular.Pero son mutables, maleables y si quieres se desvanecen.

Que te inquieten los silencios, los misteriosos. Los que al compartirlos se disfrutan, unen más. Y al no hacerlo, si se alimentan, llevan a la fisión.
Que te inquieten, o te calmen...