domingo, 28 de diciembre de 2008

Imaginación

Desde pequeña he gustado de fantasear, dejarme envolver por una imaginación que nunca he sentido como propia, si no como una amiga/enemiga que me invitaba a vivir más allá de lo que este plano me daba.
He conocido así personajes con quien nunca me crucé. Hablado con seres que sólo eran imágenes y cambiado situaciones, mil y una veces, como jamás la realidad me hubiera permitido.
Podía realizar excursiones a mi antojo en cualquier momento o lugar: en clase, el coche, tomando café, e incluso en momentos en que hubiera que avivar ascuas… Eran incursiones controladas, micro-momentos; pues temía aquijotarme y perder comba de la realidad; bombones placenteros que al diluirse dejaban buen sabor de alma.
Sin embargo esos “mundos” nunca tenían la consistencia de éste que vivía. Alegría, dolor, aventuras… sólo brisas que salían mal paradas en cualquier comparación.

Hace algún tiempo dejé de ensoñar. Los regresos se hicieron insoportables. Las circunstancias que envolvían mi vida: tan real, tan asquerosamente adulta, requerían una permanencia constante, acorde con la situación.

La esencia nunca desaparece, es una de sus cualidades. Supongo que fue así cómo encontré subventanas, que me permitían asomarme sin lanzar todo el cuerpo. Inventar historias de y para otros. Nunca sobre mí, nunca de “lechera”. Pudiendo así disfrutar lo que duraba hornear la idea, y mantener la cabeza fría, al terminar el proceso.

A este lado de la pantalla es difícil volar.
Una política desvirtuada, una sociedad moderna que mantiene derechos de pernada, la educación paradójicamente vacía, la familia (muchas veces a lo Coppola), el trabajo, la ecología, la crisis económica, los amigos, las ausencias… tantas cosas por las que preocuparse, por las que luchar… Sin embargo también aquí los cambios son de quienes los imaginan y tienen valor para hacerlos realidad. Otro tipo de soñadores, pero fantasiosos igualmente.

Creo que existe un equilibrio entre ambas realidades. Que podemos permitirnos ciertas licencias sin eludir nuestras responsabilidades. Sueños, ilusiones, deseos… cómo cuando soplas las velas en tu cumpleaños.

Terminando este 2008 se abre una puerta a la imaginación.
Cuenta una leyenda “urbana”, que justo, en esos segundos en que las campanas anuncian el paso de un año a otro, se nos conceden tres deseos. Dicen que debes escribirlos en un pequeño papel y guardar éste en tu zapato izquierdo, pisándolo durante esos 12 segundos. Luego se debe quemar (durante la primera hora del nuevo año), haciéndolo así llegar al lugar donde los sueños se fraguan… Lo sé, lo sé, digno de un cuento de los Hermanos Grimm. (A mí tampoco me convence, aborrezco los cuentos de hadas).

Pero… pasar de todo y soñar… darnos un respiro, unos minutos… volver a ser niños y sacar la punta de la lengua, concentrados, inconscientes, al escribir, ó sonreír pensando en…
No sé… y si fuera cierto, y si todo fuera tan fácil como imaginar?