domingo, 6 de septiembre de 2009

PERSPECTIVAS

Al plantear la vida como una línea temporal, no más que un microsegmento, en el mapa de la Historia Universal – la pasada y la futura, sobre todo la futura- , la calma parece apoderarse de mi cuerpo. Nada es importante, nada tiene peso. Y en esa calma me pregunto si vivir es sólo esto.
Me entretengo imaginando la muesca diminuta que seré dentro del mapa. Un puntito sin importancia: no confluente, ni surco… uno sobre el que una mirada extraña, futura, no podría reparar.

Pero al olvidarme miembro de una especie, en el descenso de lo universal a lo particular, todo va aumentando y el puntito ya no es tal sino laberinto fragmentado. Observo calles que transité, barrios de escombros, edificios tapiados y, a lo lejos, una glorieta sobre la que se erige una escultura, grandiosa, de trazos gruesos Plastidecor, que inventé cuando aún no me pensaba.

Y al asentar los pies donde me encuentro; donde el tener perspectiva de uno mismo resulta esfuerzo incómodo para una mañana de domingo; tomo los aparejos, e incapaz de sutilezas, quebranto la virginidad de caminos no inventados, garabateando jardines por si, en tu propio inventar, los encontraras.

viernes, 31 de julio de 2009

Pausada

Son muchos los que temen los silencios, que no el silencio. Este último expresa por si mismo. Tiene entidad propia, causa, cuerpo... Denota lo que el emisor piensa, siente, o una situación gerúndica (pensando, sintiendo) consecuencia de algún agente exterior.
El silencio puede compartirse, disfrutarse. Los silencios no: son losas o morteros que anteceden a éstas.
No temo el silencio, ni siquiera en versión coral. Lo que me angustia son las pausas por su condición híbrida. Esos segundos, minutos u horas en que te agitas buscando el sonido, con una expectación y desesperación que acabalga pensamientos, tensa el cuerpo, agarrota el ánimo.
Las pausas no se pueden disfrutar, no dan calma a las miradas, y no existió jamás actor que transformara en sonrisa la mueca que se dibuja en los labios.
Sin embargo, hay pausas que incitan a pensar y pausas que incitan a pensar. Y aunque la construcción gramatical sea la misma, existe gran diferencia semántica entre ambas: tan real, tan palpable, como el peso o levedad que da intuir las palabras que llegarán luego.

domingo, 14 de junio de 2009

La Cáscara.

Durante años se acercaban a visitar la cáscara pues era lo único que persistía.
Sentados junto a ella forzaban tonos distendidos, llenos de buenas intenciones que se diluían en minutos: el tiempo que tardaban en mirar en sus ojos, buscando a su amiga, a su hija, a su esposa… para concluir , que aquella que abrazaban y besaban no era ella.
Algunos; los más; marchaban entonces abrumados por recuerdos tibios y conversaciones pendientes.
Algunos; los menos; la gritaban con la esperanza de provocar su regreso. Entonces también marchaban, furiosos, llenos de recriminaciones hacia “eso” que allí dejaban.

El día que La Cáscara sonrió, las líneas telefónicas se colapsaron. Pero hubo que esperar sus primeras palabras, meses más tarde, para concluir que Justina había vuelto. Su memorable “ Qué me vas a contar a mí !” atrajo tantas visitas que durante semana y media no se pudo cerrar la puerta de acceso a la casa.

Volvió como se había ido: fuerte y dinámica.
Puso a régimen al marido, a estudiar a los hijos y a pasear al padre. Tomó las riendas de una casa que había quedado abandonada, limpiando con tal ímpetu que alguien (no diré quien) visitó al Médico, con la loca esperanza de hacerse con calmantes que diluir en su café mañanero.
Justina había vuelto.

Al principio mostraba interés por conocer. Miraba y escuchaba absorbiendo cual esponja el mundo que la rodeaba. Llegó entonces la segunda de sus frases inolvidables: “ Esto es un desastre!” Y con ella el mayor revuelo que el pueblo recordara jamás.

La Cáscara hablaba más que nunca. De hecho no callaba. Pero no era cháchara sino palabras certeras y críticas con y hacia todo. Una ironía mordaz pululaba allí donde estuviera. Pareciera que hubiese decidido arreglar el mundo o, por lo menos, aquel que la circundaba.
El alcalde y la maestra fueron los primeros, pero no quedó quien no sufriera el escozor de sus sentencias. Se ensañaba con sus allegados y en especial con su “elegido”, el cual; para entonces; volvía a disfrutar del cuerpo de sus años de adonis y pasaba las tardes tortoleando con quien pudiera.

En otra situación los aldeanos, tras reunión nocturna en La Taberna, hubieran acordado un contraataque, pero dado lo excepcional del caso, optaron por pasar al Plan B: dejar que se cansara.
No funcionó. Justina no se achantaba ante los continuos desplantes e ignores con que la recibían sus vecinos. Se negaba a desperdiciar el don clarividente con que había regresado y perseguía a sus objetivos día y noche, hasta que desesperados prometían Redención.
Su búsqueda de un mundo mejor convirtió el pueblo en un patio de colegio, donde todos jugaban al escondite con tan sólo vislumbrar la silueta de Justina.

Por lo absurdo de la situación y los cientos de anónimos amenazantes, el hijo mayor se ofreció; voluntariamente; a ejercer como mediador entre ambas partes. Tras días de búsqueda encontró el valor y trasmitió a su madre la desesperación de sus representados.
Nada escucharon aquellos que esperaban expectantes en la entrada principal.

Contaría luego el primogénito; y habría de repetir la historia hasta el final de sus días; cómo Justina pareció relajar cada músculo de su cuerpo y chasqueando los dedos desapareció en el patio, donde horas más tarde encontraron nuevamente La Cáscara.

domingo, 19 de abril de 2009

El Ombligo



Se miraba el ombligo, aquí y allá, redondito y profundo y como no tenía fin, no dejaba de observarlo. Le intrigaba de tal manera, que de mero pasatiempo terminó por convertirse en obsesión.
A veces era tal su angustia que sentía la necesidad de compartirlo, con nadie en especial... Levantaba entonces la camisa, bajaba recatadamente el pantalón y esperaba que alguien más se interesara por él.
Damas, caballeros, acercábanse a observar. Elevando vestimentas comparaban: nada igualable al ombligo expositor.

Qué le hacía tan especial, siendo como todos un recuerdo del nacimiento?
La persona que lo ostentaba no merecía ni tan siquiera dos miradas. Sin embargo, cuando alguien curioseaba dentro, perdíase en universo infinito.

Un día decidió averiguar el secreto que entrañaba.
Tras semanas de trabajo consiguió tal dilatación que introdujo dedos, puño, brazo, hombro... y se preparó.
Primero lanzó una piedrecilla, por comprobar la profundidad del orificio. Luego, cansado de esperar y acercar la oreja, tomó una cuerda, introdujo el cabo libre y deslizándose por ella se perdió en si mismo.

domingo, 29 de marzo de 2009

LA VIDA



Quizá la suerte hay que buscarla.
Quizá la oscuridad fortalezca el espíritu.

martes, 13 de enero de 2009

Culpable sentimental?... YA NO

La culpabilidad es de los pocos sentimientos que podemos considerar total y exclusivamente nuestro.
Al contrario de lo que muchos creen, no podemos hacer sentir culpable a otra persona. Quizá creamos, o sepamos, que tal calificativo y sentimiento le pertenecen pero nuestros intentos no sólo no llegarán a buen puerto, sino que servirán de acicate para conseguir lo contrario. Todos, permítanme generalizar, saltamos como resortes ante acusaciones que no creemos ciertas.
El culpable lo es por convicción.

En esto de los raciocinios y juicios internos nuestra propia naturaleza lucha por sobrevivir y, puesto que tenemos que vivirnos 24 horas al día, buscamos y tiramos de cualquier “pero” que nos exculpe. Quizá por ello, al culpable no le sirven los razonamientos propios (aquellos en los que se sepa no culpable) y desprecia los ajenos (con educación, y cierta sorna, del que se cree diferente y no comprendido).
El culpable se sabe, se piensa, y por encima de todo, se siente.

No existen asociaciones de culpables auto proclamados, y de existir sus componentes serían del tipo “falso-llorón”.
Los culpables son auténticos. Forman pequeños grupos (unipersonales) que se reconocen aun sin decirse.
La culpabilidad es solitaria. Se sufre en silencio y sin pomada.

El culpable es un ser responsable. Y es precisamente esta característica, la que abre su Caja de Pandora.
La responsabilidad es una obligación moral, cívica, educacional… y como tal es aceptada, e incluso asumida.
No debemos confundirnos y pensar que estos seres son pesimistas, catastrofistas o derrotistas, que se responsabilizan y culpan de/y/ó por todo. Suelen dedicarse a una, a lo sumo dos, culpabilidades con auténtica abnegación, si bien, en momentos puntuales de abatimiento apocalíptico, dejen libre la onda expansiva que arrase el mundo que les rodea.

Existen millones de clases de culpables, tantos como las causas que los desarrollan. Sin embargo, una tipología destaca por encima de todas: la culpabilitiscordis, comúnmente llamada Culpabilidad Sentimental. Y es precisamente ésta, la que más adeptos tiene, que tiene solución.

Según, estudios recientes desarrollados por el doctor Hasse Wallum y su equipo de investigación del Instituto Karolisnka (Estocolmo), existen dos genes relacionados con las hormonas oxitocina y vasopresina, que varían según las personas y que influyen directamente en el sentimiento de afinidad atrayente, conocido como AMOR, así como en la calidad de las relaciones y estabilidad.


Si aplicamos dicho estudio al tema que estamos desarrollando, podemos concluir que: el querer a alguien, o que nos quieran, el dejar de querer en un momento dado, la fidelidad e infidelidad, incluso el apego o aversión por los familiares de nuestra pareja (suegros y cuñados), son resultados de la química y por tanto, por ahora, totalmente incontrolables e independiente de nuestros intereses o mejores deseos.

No tengo claro si el nuevo descubriendo es positivo o negativo: pues deja nuestra personalidad y capacidad de decisión en un lugar “demasiado” secundario… pero, desde luego, como argumento anti-penas y antídoto de culpabilitis, parece funcionar bastante bien (eso sí, en versión beta).



La noticia que informa sobre el descubrimiento del Doctor Hasse Wallum fue publicada en un artículo de Javier Sampedro “Genética del Amor”, por El País, el 8 de enero de 2009.